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Y se emociona hasta las lágrimas con una frase cantada. Los vellos de todo su cuerpo se le erizan ágilmente con los aplausos llenos de admiración. Y se olvida del mundo exterior con un valle pintado sobre algún oleo. Y se ríe como si fuera la última risa con un chiste espontáneo y confianzudo. Se esfuma entre los aromas de las mañanas. Cree firmemente que la belleza está en las charlas que te calan hondo, hasta las entrañas. Y su visión se pierde entre los edificios de antaño de las calles de Buenos Aires. Se desvanece su intimidación en el subte cuando transcurre el viaje con un libro entre sus dedos. Y vuela entre las palabras, y vive entre esos mundos. Y  ahí ya no le importa navegar entre este mar de muertos, no le interesa que nadie lea en sus ojos.
Mientras ella siga viva, insoportablemente viva.

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