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Filosofía barata y...

  Una reunión tras otra durante toda la mañana, con las piernas algo cansadas se traslada hacia su oficina. Es una chica de suerte: todos lo dicen. Frente a la computadora del diario “Multitud” de La Plata Natalia hace un balance de su trayectoria, su venida a la cuidad, la carrera de periodismo, el título, el ofrecimiento para ingresar al diario, su actual trabajo de redactora. Pero hoy no es el mejor de sus días, cansada de cuerpo y mente, decide salir a dar una vuelta por la Plaza Moreno.
Demasiadas cosas sucedieron en tan poco tiempo desde que vive en la cuidad de las diagonales su vida es envidiable, incluso más de lo que imagina. Trabaja de lo que ama, tiene un departamento muy parecido al de sus sueños, algunos amores significativos, y otros no.
Todos estos pensamientos se le cruzan por su mente mientras camina por la plaza, mirando la imponente catedral. A cada paso, a cada choque accidental con otros cuerpos, se siente más angustiada, más perdida, más insignificante. Qué sentido tienen todos estos cambios, sus triunfos y logros profesionales, qué sentido tienen si sigue sintiendo ese vacío existencial que la acompaña desde que tiene memoria. Con la experiencia ella ahora comprende que dicho vacío es completamente normal, que lo siente todo ser humano, y que no es más que el miedo, el terror que nos produce saber que tarde o temprano, hagamos lo que hagamos, nos vamos a morir, dejaremos de existir. Pero claro, su inconsciente siempre se las arregla para tapar el vacío, rellenarlo con todo tipo de ocupaciones, de placeres, de relaciones. Y ahí está, una vez más, filosofando en una plaza, tratando de no llorar, se pregunta también por el sentido de estas mismas preguntas.
Ahora camina por la Avenida 51, esquivando algunas mochilas andantes, es pasado el mediodía y no tiene hambre. Su andar mismo la impulsa a seguir caminando, sin guiarse, dobla en toda esquina que le parece atractiva. Dobla y no le interesa adonde llegar, camina con el solo propósito de caminar.
A Natalia le apasiona analizar la sucesión de los hechos, la interconexión que existe entre ellos y lo mejor, los detalles que se convierten en altamente significativos con el paso del tiempo. Ahora piensa en esto, ya no siente ganas de llorar. Una sonrisa se le dibuja, una sonrisa repleta de recuerdos, de esos que atacan en masa y erizan la piel.
Sigue confundida con el sentido de las cosas, cuando camina por una vereda y la fragancia a jazmines del patio de una casa la obliga a detenerse. Entre confusión y aromas percibe el sonido de una canción proveniente del interior del lugar, con un poco de esfuerzo puede escuchar la voz de Ciro Martínez y su interesante frase “¿y qué sentido tiene una canción”?.

Entonces el sentido de todo ingresa en ella, comprende al fin, que nada, ni su trabajo, su profesión, sus caminatas, sus viajes, su vacío, ni su vida tienen un porqué, que la existencia no tiene más sentido que el de ser: existir y sentir.

 

 

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