Durante el viaje ya podía
percibir que se dirigía al lugar donde debía ir. El parque era inmenso, un leve
grisáceo en el aire de la cuidad
contrastaba notablemente con el verde casi fosforescente del pasto. Caminaba
sin un rumbo fijo, aun así aparentaba saber exactamente hacia donde iba. El día
era soleado y en el parque no se observaban personas sin compañía, en parejas,
amigos, familias, mascotas; el parecía ser el único en soledad. Caminaba con un
paso fatigado, como desesperanzado. Llegaba a la esquina de Días Vélez cuando
comienza a percibir a lo lejos unos toldos como de feria. Se acercaba intrigado, expectante y se llenaba de alegría su
alma al confirmar que se trataba de una feria de libros. El mundo entero se le
presentaba como un lugar más amigable, más hospitalario. Se va entregando a aquella
maravillosa sensación que le producen los universos de letras. Buceaba entre
los títulos, las palabras, los prólogos. Navegaba intensamente entre las
páginas amarillas y las fragancias de los recién impresos.
Una mirada lo distrae, un
saludo obligado y cordial lo arrastra hacia la -realidad-. Sin saber cómo se
encuentra ahora escuchando una recomendación. Sostiene la obra entre sus manos
y reconoce rápidamente la importancia de ese hecho. Lo mira asombrado, sabiendo
como esas líneas cambiarían increíblemente su vida.
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