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Miró.
Agachándose levemente observó una vez, dos y hasta tres.
No podría dormir sin antes hacerlo. Entonces las imágenes se sucedían armoniosas, únicas.
Podía recordar cada piel, cada lunar, cada olor. Podía recordar a la perfección todas las veces que se vacío. Desde afuera hacia adentro, por completo. Sin ninguna razón.
Recordó cada cara, cada gemido, cada grito.

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